El día que Racing se enfrentó al Nápoli de Diego

El 18 de agosto de 1988, cuatro años después del inicio de uno de los romances más importantes de la historia del fútbol, el cual tenía a Maradona y Nápoli como protagonistas, Racing, que había sido campeón de la Supercopa, se enfrentó al Azurri en marco de una gira que resultó tan larga como desgastante. Debido a que el mítico San Paolo estaba siendo remodelado para el Mundial del ’90, el Partenio de Avellino, a 70 kilómetros de la ciudad, fue el escenario elegido para que los napolitanos se lucieran ante 40 mil tifosis y golearan por 4 a 1 a los albicelestes. Resultado lógico para un juego entre uno de los mejores -o el mejor- de Europa ante una exhausta Academia. Para colmo, los locales vistieron con una inusual camiseta roja, tan o más roja que la que utiliza tradicionalmente Independiente de Avellaneda.
Se había confirmado el juego con el fin de mostrar al joven Néstor Fabbri, pero la Tota no pudo decir presente porque debió irse con la Selección. Encima, Racing había llegado cansado. La delegación comandada por Alfio Basile había recorrido 25 mil kilómetros, con partidos cada 48 horas en Corea del Sur. Además, tuvieron que padecer los constantes cambios de temperaturas. “Fue muy cansadora pero netamente maravillosa, sobre todo para un Racing que venía de millones de problemas. Personalmente me ayudó muchísimo, anduvimos por todas partes, conocimos muchos lugares y formas de ver la vida. Al jugador le hace muy bien”, expresa -26 años después- Walter Fernández, uno de los pocos que pudo dejar su sello.

El Pato Fillol junto a Maradona
El Pato Fillol junto a Maradona

Nápoli fue ampliamente superior, sobre todo en la primera etapa. Se llevó puesto a la Academia a través de la constante presión y la eficacia. Apenas a los tres minutos de juego, habían combinado a la perfección Corradini, Careca, Alemão y Maradona, pero no pudieron convertir. Uno después, Massimo Crippa robó un balón a 30 metros del arco de Ubaldo Fillol y remató con mucha potencia. El esférico, que estaba disfrutando de la lección de juego que exhibía el equipo vestido de rojo, se clavó al ángulo superior izquierdo del Pato. A los seis, Careca recibió de Diego, realizó una finta que engañó a Fillol y definió de zurda. El cotejo se cerró ni bien había comenzado.
A los 38, fue Alemão quien mutó al resultado en goleada, luego de que Maradona se la dejara cortita en un tiro libre que Gustavo Costas le había cometido. Walter Fernández fue quien dejó con sabor amargo al arquero Giuliano Giuliani y estampó el 1-3 parcial, gracias a un excelso tiro libre. Era la primera situación académica a lo largo de 41 minutos de juego. Más allá de que sólo sirvió para decorar las estadísticas de un encuentro que ya parecía tener sentenciado al ganador, el delantero nunca se olvidará de aquel tanto: “Fue un detalle muy importante para mí. Le puse un granito de arena a ese histórico partido, que me quedará guardado por siempre en la mente”.
La segunda mitad estuvo de más. Apenas hubo un grito al comienzo, otra vez por intermedio de Careca, uno de los puntos brillantes a lo largo de los 90 minutos. Racing pudo hacer poco y nada ante un cuadro que se dedicó a que el tiempo pasara y no se viviera ningún traspié físico que les impidiera llegar bien al inicio de la temporada oficial. Apenas tuvo la chance de volver a descontar por intermedio de Rubén Paz, pero el remate del uruguayo dio en el poste napolitano.
Diego jugó como siempre. Nadie lo podía parar. Mejor dicho, casi nadie. Porque en Racing hubo un jugador que se destacó por su forma de luchar cada pelota, correr y multiplicarse para lograr que su rival no le propinara una goleada aún mayor: Jorge Camote Acuña. No hay quien se acuerde de aquella actuación más que él, hasta tal punto que Maradona le tiró una patada de atrás porque no sabía cómo frenarlo. “Él estaba cansado de que corra mucho. Esa tijera de atrás me quedó grabada. Que te haga un foul el mejor de todos significa mucho para un jugador como yo. Puedo jactarme de eso. Por suerte hice un gran partido, quería quedarme en Europa”, rememora Acuña, quien además confirma que trataron de marcar a Maradona en zona, aunque siempre yendo de a dos tipos para tratar de neutralizarlo. Alimentando los deseos del volante racinguista en quedarse en el viejo continente, Víctor Hugo Morales, que había acompañado a la delegación académica en esa gira, se animó a decir: “¿Qué empresario no pondría 500 mil dólares por Acuña para dejarlo en Europa?”.
Además del “10”, Nápoli tenía una sonrisa de oreja a oreja con los brasileros Careca y Alemão. Uno se encargaba de ser el socio de Diego en la delantera, mientras que el otro era el primer pase fundamental desde el mediocampo. “Ellos tres eran la base”, explica Camote. Para Walter Férnandez, el delantero nacido en San Pablo era el que marcaba la diferencia si la figura argentina no aparecía: “Diego y Careca eran los referentes. Jugaban de una manera increíble. Disfrutaron ese partido porque el estadio estaba colmado y transmitía lo mismo que su equipo en la cancha. Se notaba que la pasaban bien, y eso nos complicó muchísimo”. Basile tampoco la pasó de maravillas. En realidad, maldijo las pinceladas de Maradona. “Yo estaba sentado en el banco, muy cerca del Coco, y escuchaba que le gritaba: ‘La concha de tu madre, Diego, la concha de tu madre’”, evoca Hugo Lamadrid, quien fue suplente y pudo observar con lujo de detalles lo sucedido adentro y en los alrededores del campo de juego.
¿Cuántos de los hinchas académicos recordarán aquel partido? Si se le preguntara a los fanáticos nacidos desde 1980 hasta la actualidad, el gran porcentaje no conocería detalles de lo que ocurrió en aquel encuentro disputado en elPartenio deAvellino. Sólo los que estuvieron allí, los que jugaron o se sentaron en el banco conocen en mayor profundidad aquel hecho histórico para la institución. No se consiguen registros fílmicos, casi no hay fotos y se hallan escasas publicaciones antiguas que aducen al cotejo. Los tiempos eran otros, no se televisaban cual partido jugase un cuadro argentino en el exterior. Inimaginable en estos años, en donde el fútbol ha pasado a ser un negocio y un Nápoli-Racing de esa época hubiese sido mucho más que taquillero. Porque no es cosa de todos los días ser parte de un amistoso contra el que era uno de los mejores equipos del mundo, que tenía al mejor jugador de la historia y que, encima, es argentino y había llevado a su selección hasta el pico más alto de la gloria. Racing tuvo la posibilidad de hacerlo. Y ante el eterno Diego.

Diego queriendo colocar su remate con zurda
Diego queriendo colocar su remate con zurda

EL EFECTO MARADONA
Desde que Diego había pisado el suelo del sur italiano, en 1984, nada volvió a ser igual. Logró llevar a su equipo a lo más alto de la Serie A, imponiéndose ante los cuadros del norte como Juventus y Milan, y, en 1989, traspasó las fronteras para ganar el título de la vieja Copa UEFA. El Pelusa, ya campeón del mundo en México, era un mito viviente y debía sobrellevar su rutina como tal. Hugo Lamadrid sabe muy bien que ser Diego en Nápoles no es nada fácil: “Yo jugaba en la Selección juvenil del ‘85 y, por apellido, me tocó usar la ‘10’, que era la misma que portó Maradona en México ‘86. Me puse esa camiseta en Nápoli y, a los dos metros, ya había gente que me la quería comprar. Eso era lo que provocaba”.
El capitán de la selección argentina de aquel entonces fue un gran anfitrión de la delegación académica. Secundado por su exrepresentante, Guillermo Cóppola, a cada uno de los integrantes les regaló un reloj de su marca que acababa de ser lanzado en Italia. “Lo tengo bien guardado. De Diego tengo dos cosas: ese reloj y un vino de su marca que tuvo sólo tres mil en venta”, cuenta Camote Acuña. Lamadrid corre con otra suerte. El exmediocampita conserva la caja pero no encuentra el producto: “No sé en dónde se metió. Lo de Diego fue maravilloso, había terminado el partido y nos otorgó ese presente”.
Otro de los que aún mantienen aquel reloj, a pesar de haber sufrido un par de robos en su casa, es Ubaldo Fillol. El Pato fue uno de los que más charló con Maradona antes y después del partido. Hasta fue él quien se quedó con la camiseta “10” roja, una de las raras especies en la historia del equipamiento napolitano. “Todavía la tengo. Debe estar junto a otras que guardo”, afirma.
Alrededor de las 3 de la mañana, Maradona apareció en la concentración de Racing con un coche amarillo poco moderno, obviamente para despistar a todo aquel hincha del Nápoli que deambulase por las calles a esas horas. Cuando llegó, se puso a dialogar con un grupo de jugadores académicos, entre los cuales estaba Fillol: “Fue una buena charla. Con Diego fui compañero mucho tiempo en la Selección. Es un tipo abierto, se quedó con nosotros y hablamos un rato. Lo admirábamos y lo seguimos haciendo por lo que fue como jugador de fútbol. Estábamos con el mejor de todos”. Lamadrid, que también estuvo presente, no podía parar de asombrarse por lo que contaba la figura azurri, sobre todo por sus serios problemas para hacer una vida dentro del todo normal para una estrella de esos tiempos. “Nos contaba que no tenía vida, que no podía movilizarse, que las 24 horas de su día significaban estar asediado por la gente. Nos comentó que, desde que llegó al club, salió dos veces a pasear por Nápoli. Una vez a una zapatería y la otra, a una pizzería. En ambas, los hinchas rompieron todo para poder estar cerca de él”, recuerda. Es que así eran los días de Maradona en Nápoli. Y a la delegación académica les alcanzó con algunas horas para entenderlo.

Formación Nápoli - Racing
Formación Nápoli – Racing

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